Hace muchos años, cada vez que había una boda o una comunión en Chiva (Valencia), la encargada de la paella era su abuela. Luego fue su padre quien, que a principios de los 90, montó un negocio de paellas para llevar en los bajos de su propia casa. Y como los pedidos no dejaban de aumentar, el espacio se quedó pequeño y tuvieron que mudarse a la Arrocería Las Bairetas. Así que, a estas alturas, Rafael Margós es una eminencia en lo suyo.
“Llevo toda la vida yendo a buscar romero y conviviendo con el olor a humo de leña”, explica. “Empecé a preparar paellas con 14 años, unas 200 o 250 a la semana, y todas a leña. No me importa mancharme las manos. El resultado hace que valga la pena”.
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